miércoles, 18 de enero de 2006

BEZOTE DE ORO VENDIDO EN $6,500,000 USD EN 1996 POR SOTHEBY'S



El bezote: símbolo de poder entre los antiguos Mixtecas



MARTHA CARMONA MACIAS
SUBDIRECCION DE ARQUEOLOGIA
MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGIA
INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGIA E HISTORIA
MEXICO






Abstract: Manufacture elements of «bezotes» from the Mexican National Museum of Anthropology collections are analysed. Raw material was an important element as well as the use of this kind of ornament within power sectors of the society. In this paper, emphasis is made on gold «bezotes».

Diferentes sociedades, a lo largo de su desarrollo histórico, han visto surgir, como rasgo cultural, la diferenciación social. Durante este proceso de estratificación surgen también elementos que harán notoria la pertenencia de un individuo a un determinado nivel económico o político.

Dentro de estas sociedades estratificadas, el prestigio y el poder se manifestaban a través de objetos-emblemas exclusivos de los grupos dominantes y la aristocracia.

En el México prehispánico, al igual que en otras sociedades, las altas clases ejercieron un monopolio sobre ciertos objetos de valor a los cuales se accedía sólo por pertenencia a la clase aristócrata o al rango especifico dentro de la jerarquía militar. En este último caso, se encuentra el objeto-emblema al que designamos bezote, que en lengua mixteca se llama yavuiindi dzaa, cuya traducción al castellano es por demás significativa: 'labio horadado'. Llamado tenteti en náhuati, que corresponde a 'piedra de labio', este singular emblema aparece durante el periodo posclásico, siendo de uso exclusivo dentro de la clase militar de alto rango. Su uso está documentado en casi toda el área mesoamericana, salvo en la región maya.

Para el área oaxaqueña, el período posclásico, en cuanto a cronología, abarca de 850 a 1521 d. C., y culturalmente está representado por rasgos tales como el florecimiento de las ciudades-estado, como Mitla, Zaachila, Tilaltongo, Yagul y otras más. Así mismo, aparecen la cerámica policroma, los códices, la arquitectura, con el uso profuso de la greca, y el trabajo de los metales. Los mixtecas fueron un grupo que corresponde al prototipo de los pueblos militaristas que durante este período ejercían el poder económico, político y social dentro de su región.

El elemento-insignia del bezote surge seguramente durante el período posclásico tardío (1300-1521), cuando cristaliza finalmente el poder militar en las urbes. Los bezotes son un adorno-emblema que seguramente causaba gran impacto a los espectadores, ya que amalgamaba el alto rango militar con una profunda simbología, sobre todo cuando la pieza hacía referencia simbólica a alguna deidad. Así, al manifestar lo sagrado, se convertía en la imagen del dios mismo y expresaba que su portador estaba en comunicación con las deidades.

El profundo significado de poder asociado a los dioses se manifestaba por medio de las distintas materias primas que se preferían para elaborar los bezotes. Así estos emblemas fueron trabajados en cristal de roca, ámbar jade y oro.

Llama poderosamente la atención el trabajo del cristal de roca, ya que es una de las piedras más duras y difíciles de tallar: tiene una dureza de 8 en la escala de Mohs. El cristal de roca, por su transparencia, es símbolo de pureza. Su nombre en mixteca es yuu u yuhu. Son realmente pocos los ejemplos de objetos arqueológicos tallados en este material. Para nuestro estudio, destaca el bezote de cristál de roca y oro que se encuentra en las colecciones del Museo de Historia de la ciudad de Viena (Austria). Esta delicada pieza está realizada en tres secciones, de los cuales las aletas y el remate en forma de faisan-ave que identifica al dios Xochipilli-Macuilxochitl fueron fundidas por medio de la cera perdida, y la cazoleta o cilindro que forma el cuerpo de la joya fue el que se talló en cristal de roca. Al parecer, esta y otras joyas de las colecciones del museo llegaron a éste por el acopio que se realizó en el castillo de Ambras y que formó parte de las colecciones reales de los Habsburgo.

El ámbar es una resma que recibe el nombre mixteca de yuu nduta nuhu, que se traduce como 'piedra sagrada de mar'; su glifo aparece con este significado en la lámina número 47 del Códice Mendocino. Sahagún da tres variedades de esta resma fósil: la de color amarillo, que es la más preciada; la de color amarillo mezclado con verde claro y la amarilla blanquecina, ésta última considerada de menor valor; menciona así mismo el cronista que este material se obtenía en la provincia de Tzinacantan.

El ámbar tiene propiedades magnéticas, simboliza por su color los rayos del sol, el tono amarillento lo relaciona con el oro y es el color de la nueva piel de la tierra antes de la temporada de lluvias. Está vinculado al dios Xipe, llamado en mixteca Iha Nukuii, por lo que también se pintaba de amarillo a los que serian sacrificados del fuego.

Tenemos conocimiento de un bezote de ámbar procedente de la región oaxaqueña      - un ejemplar sendio del tipo botón- que no proviene de excavaciones arqueológicas. En la matrícula del Códice Mendocino, tomo 1 pág. 83 y tomo III, lámina 49, se asienta que Tenoxilocan tributaba bezotes de cristal de roca y ámbar montados en oro. El jade es una piedra con gran tradición dentro de la simbología y la historia cultural mesoamericana. Se trabajó desde el año 1.000 a. C., cuando los grupos olmecas de la región del golfo de México realizaron bellas obras de arte en este delicado material.

El jade es una piedra verdosa cuyo nombre designa igualmente a la nefrita y a la jadeíta. La diferencia más significativa entre ambas es la densidad; la jadeíta es más dura; ambas la nefrita y la jadeíta, son similares en apariencia y propiedades.

En el México prehispano al jade se le consideraba una piedra sagrada y con gran valor, asociada a los dioses del agua y la fecundidad. Su nombre en mixteca es: yunn duta y también yunn tatna. En las Relaciones geográficas de la diócesis de Oaxaca del siglo XWse menciona a Nejapa (situado en la región oaxaqueña) como un lugar donde se podía obtener jade.

Destaca por ser pieza unica,  el bello bezote de oro y jadeita, que fue hallado en la excavación de la tumba 7 de Monte Albán. En él se evidencia el arte del lapidario que talló, en el remate de la joya, la cabeza estilizada del pájao coxcoxtli, que identifica al dios Xochipilli Macuilxóchitl. El trabajo del orfebre consistió en fundir el bezote propiamente dicho y en engastadar el ave, tallada en jade, al remate del bezote; así la unión de ambos materiales preciosos evocaba la fecundidad y el calor.

Los antiguos pobladores de México creían que el oro se producía como una secreción del sol, como una especie de sudoración divina que, al caer en la tierra, se convertía en las preciosas pepitas del dorado metal que ellos recogían como oro de placer en los ríos. Por esta razón, el nombre con el que se le conocía en lengua nahuatl era teocuitlatl, que significaba literalmente 'excremento de los dioses'. Los mixtecas, destacados orfebres de Mesoamérica, llamaron al oro dziñuhu cuaa, que se traduciría como 'el resplandeciente amarillo', relacionándose más con la tonalidad propia del metal. Esta relación tan estrecha entre el metal precioso y una de las deidades fundamentales del panteón mesoamericano, debió ser el motivo para asociar a tan preciado material con la jerarquía máxima del poder: el Señor o gobernante, llamado en lengua mixteca yeheñuhundi, que se traduce como 'ser tenido por dios'. La parentela de los gobernantes estaba formada por los linajes reales unidos míticamente a los dioses, sobre Quetzacátl, creando así un origen divino que servía para la manipulación ideológica.

Así veremos que la posesión, y en particular el lucimiento, de oro se reglamentaba en relación directa con el dominio de la clase privilegiada sobre toda la población en su conjunto.

Realmente, los bezotes de oro son los más espectaculares. En ellos la carga simbólica es evidente, y es también en estas piezas donde podemos apreciar tres tipos de bezotes: los de botón; los de remate, con sus dos variedades: simples y con colgante, y finalmente, el tercer tipo, compuesto por un cuerpo cilíndrico que presenta dos subtipos dados por el remate: de botón y con colgante. En este último caso quizá lo que se añadía eran plumas preciosas, consideradas también exclusivas de la clase aristócrata.

Destacan las piezas que representan en sus remates aves como el faisán. Como ejemplos de este tipo podemos apreciar dos que forman parte de la colección de objetos de oro de la curaduría de Oaxaca en el Museo Nacional de Antropología. Los describiremos brevemente. El primero es un ornamento, trabajado por fundición a la cera perdida, que representa el ave coxcoxtli, identificada por su cresta formada por cinco protuberancias. Este pájaro sagrado es el animal insignia del dios Xochipilli-Macuilxóchitl quien siempre se presenta ataviado con un yelmo formado por la figura de esta ave.

En el Lienzo de Tlaxcala, lámina 7, se plasmó el momento en que ofrecen a Hernán Cortés una serie de diversos objetos, entre los que destaca un bezote que representa al ave coxcoxtli, o faisán. Este objeto guarda una extraordinaria similitud con el que describimos anteriormente.

El otro ejemplar que mencionamos, perteneciente también a la colección del Museo Nacional de Antropología, es el llamado bezote del dios Ehécatl, deidad conocida entre los mixtecas como Koo Sau. Se identifica a este dios por la media mascara formada por un pico de ave complementada con otros elementos simbolicos. La pieza fue fundida a la cera perdida y elaborada en tres etapas. Destaca la ligereza que transmite el trabajo de la falsa filigrana que conforma la cresta de plumas. Por medio de soldadura se añadieron las argollas de las que cuelgan cascabeles.

Otro bello bezote con remate de ave se encuentra en la colección de Dumbarton Oaks Gallery en Washington. En este ornamento se representó al ave coxcoxtli, el faisán, con su característica cresta de cinco protuberancias, las cejas típicas de las serpientes y los grandes colmillos del ofidio

Un gran ornamento labial es el bezote con cabeza de serpiente que forma parte de las colecciones del Institute of Arts, de Detroit. Es una pieza espectacular por ser el mas grande de los objetos de este tipo que se conserva de la epoca prehispanica tiene 6,6 cm de largo, en contraste con los 3,5 cm de longitud promedio de los ornamentos de este tipo. El adorno emblema de la mencionada coleccion tiene como caracteristica el remate en forma de serpiente Se aprecia no solo la cabeza sino también parte del cuerpo; el ofidio abre sus fauces y muestra, amenazante, su lengua bífida.

Durante muchos años este espectacular emblema-ornamento estuvo en calidad de préstamo en el Museo de Historia Natural, formando parte de la colección Herbert Lucas, hasta que finalmente fue adquirido por el Instituto de Arte de Detroit. La serpiente fue uno de los animales más representados y venerados en el México prehispáníco. Su forma simbólica más conocida corresponde a la serpiente mítica del dios creador Quetzacóatl, símbolo de fuerza y poder, aunque también se le reconoce como serpiente de fuego acompañante del sol y como el arma-emblema de Huitzilipochtli, dios netamente guerrero. En otras asociaciones vemos a este animal relacionado con Mixcoatl, Cuatlicue y Cihuacóatl.

Merece especial atención detallar los dos bezotes de oro que rescató en 1962 el arqueólogo Roberto Gallegos en la ciudad arqueológica de Zaachila, situada en los valles centrales de Oaxaca, los cuales son ejemplos únicos en su diseño: el primero está compuesto por un elegante cuerpo cilíndrico decorado con dos bandas de meandros, diseño llamado xonecuilli en lengua náhuatl y asociado al dios Xochipilhi-Macuilxóchitl. Con seguridad, este ornamento-insignia remataba por el frente con una placa circular trabajada en algún material precioso que se engastaba a la pieza. Presenta, en la parte distal del cilindro, dos perforaciones laterales que bien pudieron tener la función de sujetar el remate, que pudo haber sido la figura de alguna deidad o un animal sacro, o bien sostener algún otro elemento, como plumas.

El segundo bezote que llama nuestra atención presenta como colgante la cabeza de un águila, animal solar, que con su pico sostiene una placa con forma de mariposa estilizada, en cuya sección central reconocemos la representación de un chalchihuitl, o piedra preciosa. Cuatro cabezas de serpiente cuelgan de una barra que las separa de la figura anterior; estos ofidios representan los rumbos terrenales y cada uno de ellos sostiene, por medio de una argolla, un cascabel.

También durante la exploración de Zaachila se recuperaron otros bellos objetos arqueológicos, así como al rededor de tres bezotes sencillos del tipo botón, uno de éstos trabajado en azabache; en los restantes, modelados en arcilla, se añadió chapopote a la sección del remate.

El control y la utilización del oro fue exclusivo de los indígenas dirigentes. Durante el posclásico tardío (1300-1521 d. C.), este metal precioso se consideraba propiedad personal de los gobernantes, quienes en su carácter de representantes vivos de las deidades principales y en particular del Sol, ejercían la potestad sobre los metales preciosos y los objetos de gran valor, como la turquesa, el jade, las pieles de los jaguares y de otros animales, así como de las más variadas bellas y delicadas plumas. En vida lucían frente al pueblo su complicada vestimenta, llamativos tocados y hermosa joyería como símbolos de su poder. Así, en las grandes ceremonias públicas o en las recepciones que efectuaban en sus palacios, se representaban con una parafernalia personal de intricado simbolismo que los hermanaba con las deidades. De esta manera, cada uno de sus vestidos o de sus ornamentos tenía un significado preciso, y en suma, todos ellos se podían leer como oraciones iconográficas que exaltaban el dominio de los gobernantes sobre el pueblo, la legitimación de su poder y su comunicación y representabilidad con el panteón indígena.

Con el oro, obtenido de los placeres de los ríos, martillado o fundido, se producían, mediante la habilidad de los orfebres, hermosísimos ornamentos que se utilizaban para ataviar a las diferentes imágenes de los dioses, cuyas esculturas o figuras se encontraban en el interior de los templos y a los cuales se les ofrendaban dichas joyas como testimonio de devoción y homenaje que les tributaban los señores, los sacerdotes y el pueblo en general.

Así sabemos que todas las deidades de los templos tenían elegantes vestimentas elaboradas con algodón multicolor con entretejido de pelo de conejo y plumas de aves. También llevaban tocados cuyas formas correspondían al simbolismo que las identificaba. Se las dotaba de orejeras, narigueras, collares, brazaletes y otras joyas más elaboradas con oro y plata y en las que muchas veces se hacían incrustaciones de jade, turquesa y obsidiana. Sin embargo, ninguna deidad lucía bezote. Este tipo de emblema era exclusivo de los hombres, que debían demostrar ante su grupo su calidad de guerreros, para lo cual se celebraba un rito en el que se les perforaba con una navajilla la zona facial localizada entre la depresión que forman el labio inferior y el mentón. Durante esta operación, no debían dar muestra alguna de dolor, demostrando que poseían las virtudes exigidas a un gran guerrero: valor, fuerza, control y templanza

Las aletas del bezote presentan una superficie curva que se ajustaba a la encía, quedando sujeto dentro de la boca en la parte inferior del labio. Estas aletas se introducían en la horadación hecha, dejando visible una parte cilíndrica llamada cazoleta y finalmente un remate que podía ser desde un sencillo botón hasta la representación simbólica de alguna deidad. Mediante hierbas, se impedía que la herida cerrase: a partir de este emotivo momento, el emblema podía ser lucido con orgullo, ya que significaba que se había ganado el honor, tanto en el campo de batalla como durante la ceremonia de imposición, de ostentar la alta jerarquía militar que permitía lucir la insignia del bezote.

En la Relación geográfica de Cholula se detalla la ceremonia de colocación de este adorno-emblema, cuyo ritual se llevaba a cabo en la ciudad sagrada de Cholula, ante la imagen del dios Quetzacóatl. En el mismo documento se hace mención de que este era el acto oficial para confirmar el poder del gobernante de los señoríos:
Los reyes o caciques en heredando el reino o señorío venían a esta ciudad a reconocer obediencia al ídolo dellas, Quetzalcoatl, al cual ofrecían plumas ricas, mantas, oro y piedras preciosas y otras cosas de valor y habiendo ofrecido, los metían en una casilla, que para este efecto estaba dedicada, en la cual los dos sumos sacerdotes los señalaban horadándoles las orejas, las narices o el labio inferior segun el señorio que tenian, con lo cual quedaban confirmados en sus señoríos y se volvían a sus tierras.
Informacion paralela puede consultarse en los Codices Colombinos, pag XIII, y Bodley; págs. 9- 11. En la Relación geográfica de Cholula, el color azul en el cabello y la capa del sacerdote perforador se asocia con Quetzalcóatl, tal como se registra en los Codices Telleriano remensis, pag 22 y Vaticano A (3738), pag 35.

Por esta significativa cita podemos establecer que existía una ceremonia privada entre altos funcionanos y sacerdotes mediante la cual se reconocian el poder y el dominio territorial por medio de pruebas de valor que manifestaban el significado intrinseco del poder. Posiblemente aquellos guerreros de rango alto y noble demostraban públicamente su derecho de pertenencia a la élite al ostentar ante la comunidad el emblema labial. Este hecho, ademas de mostrar valentia, acrecentaba un prestigio y lo relacionaba con los dioses

En las laminas 62 y 63 del Codice Nutall, podemos apreciar a tres personajes que lucen bezotes sencillos del tipo boton. Debe decirse que no son frecuentes dentro de los diferentes codices de tradicion mixteca las representaciones de individuos con este tipo de adorno-emblema.

Un marco de gran impacto visual debieron ser los adornos faciales Basta con recrear la imagen que debio transmitir un sacerdote, un gobernante o un guerrero de alto rango, cuando se presentaban en las ceremonias con el rostro enmarcado en lujosos tocados elaborados de sacras plumas de multiples colores, orejeras, botones nasales, mejilleras y bezote, todos éstos elaborados en materiales preciosos que representaban a los dioses, completando su atavío con finos ropajes y otras joyas-emblema que terminaban por lograr un deslumbrante efecto en los observadores, ya que el código cultural-religioso hacía de estos personajes la imagen misma de los dioses; así, eran éstos los que se exhibían al pueblo y le ordenaban y gobernaban en la persona del noble que les daba vida. Bien dice Alfonso Caso:
La historia de la nobleza mixteca y de la genealogía de los príncipes tiene, como frecuentemente sucede, y casi es la regla general de la humanidad, un origen divino. Siempre ha sido un argumento, para consolidar el poderi, sostener que quien manda lo hace por ser hijo de los dioses o por haber recibido de ellos el mandato de gobernar (Caso, 1984 :45)
Cabe aquí hacer una ultima reflexión sobre el emblema que conocemos como bezote. Hemos visto que se colocaba este adorno labial en la ciudad sagrada de Cholula y que su imposicón legitimaba el poder del gobernante. Los adornos-emblema de este tipo son siempre materiales preciosos y evocan a una deidad, generalmente a Xochipilli-Macuilxóchitl, dios ligado a los gobernantes; se le representa - como a éstos - siempre sentado, y la asociación del ave coxcoxtti con Xochipilli, evoca al sol, fuente de poder y vida.

La colocación del bezote en la zona inferior del labio implicaba que, al hablar, la pieza se moviera armónicamente de acuerdo con la emotividad con que se articulaban las palabras, dando el efecto visual - simbólico de que era el dios mismo quien ejercía el poder y gobernaba; de ahí que con este emblema labial se legitimara el poder territorial y el don de mando sobre uno o varios señoríos.

También podemos entender por qué ninguna deidad aparece luciendo bezote. Sencillamente, porque no lo necesita. Ella es el poder, y sólo el hombre al que elige debe mostrar la legitimación del mando que se le otorgó, por lo que éste usa un adorno-emblema que lo simboliza ante los hombres.

Así llegamos a la conclusión de que el bezote es, efectivamente, un emblema de poder por medio del cual se reconoce el derecho de dominio territorial de un gobernante; se complementa la pertenencia a la élite con la imposición de la nariguera que confirma el rango de Tecuhtli.

La posesión del Bulto Sagrado de Quetzacóatl y los bastones de mando de Xipe y Venus, son los elementos que legitiman el poder de las dinastías y, por ende, el derecho intrínseco de éstas a ejercer el poder.

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